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martes, 6 de septiembre de 2011

La vida y su fragilidad

A partir del viernes pasado, nos ha tocado enterarnos de una tragedia, y durante esta semana se han ido conociendo más detalles de la misma. Cualquiera que sea la causa de tal accidente, me viene a la mente la fragilidad de nuestras vidas, un día podemos estar vivos, y al siguiente ya no. Esto nos da un montón de lecciones, una de ellas es el autocuidado. Cada uno de nosotros debemos velar por que estemos cien por ciento conscientes de las cosas que hacemos, y no arriesgar nuestra vida. Significa no hacer algo que implique una lesión, o en un caso muy extremo hasta la muerte, y no es muy inverosímil; cuando cruzamos la calle por cualquier sector y no por el señalizado, estamos arriesgando morir en el intento. A veces hacemos algo comparado con una tontería por flojera, desidia, o simplemente porque nos acomoda más, pero no vemos las implicancias que esto puede tener en nuestras vidas y en la de nuestros familiares, en nuestro entorno. Pero, autocuidarse implica saber que es lo arriesgado, implica saber de antemano que conducta nos arriesga a tener una lesión, y para ello solamente se debe usar el sentido común, algo que todos tenemos. Si, por ejemplo, tenemos un montón de cables conectados a un alargador, y varios de estos corresponden a hervidores de agua, calefactores, etc, nuestro sentido común debería decirnos que ese cable puede sobrecargarse, calentarse y producir un incendio. Es decir, un montón de algo siempre es una alerta. Un montón de viento debío alertar a la piloto de ese avión que era peligroso aterrizar, y eso no era necesario aprenderlo en la academia, un montón de agua caliente en una taza circulando por el pasillo de la oficina debe alertarnos que puede derramarse y quemar a alguien, un montón de ondas en el cubrepiso de la oficina debe alertarnos que alguien puede tropezar y caerse. En fin, cada uno debe aprender a discernir cuando estamos arriesgando nuestra integridad, y para eso debemos ser conscientes de lo que hacemos.

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